Un barco navega por el océano, azotado por el oleaje. A bordo, unas cuarenta personas desafían la tormenta. Estos miembros de la asociación Centre Terre se dirigen al borde de la Patagonia – «el mundo del fin del mundo» – hacia la isla chilena de Madre de Dios. Este territorio, de 40 kilómetros de largo y 25 de ancho, sumido en la lluvia trescientos días al año, no fue explorado formalmente por primera vez hasta 2010. En la isla, esperan a los científicos glaciares de mármol, cuevas del tamaño de una catedral y un bosque primario digno de un decorado de ciencia ficción. Durante dos meses, el equipo multidisciplinar franco-chileno, compuesto por espeleólogos, geólogos, botánicos y arqueólogos, permanecerá en la isla con total autonomía para estudiar su singular historia geológica, hacer un balance de sus especies, algunas de ellas endémicas, y recorrer la historia de los pueblos que la habitaron.