Verano de 2016, París, los refugiados acampan en el distrito de Stalingrad mientras esperan para regularizar su situación.
HindMeddeb y ThimNaccache filman la vida cotidiana en este espacio fronterizo en el corazón de París. Un laberinto físico agregado al laberinto burocrático: la ciudad se aleja. Controles, redadas policiales, vallas. ¿Cómo puedes vivir en un espacio que te impide existir? Los refugiados intentan sobrevivir en la calle, surge un colectivo y se establece la convivencia. Desde fuera del grupo, escuchamos la voz de Souleymane, un joven refugiado de Darfour cuyos poemas se mezclan con la voz en off del cineasta. A medida que la película sigue los itinerarios en París, otro viaje toma forma: historias fragmentadas evocan Libia, Vintimille, Calais. Ecos de un viaje compartido. Desde el jardín de Eole hasta las carreteras de circunvalación de la ciudad, los cuerpos terminan aislados en las afueras. Souleymane abandona el grupo, la cámara lo sigue, escapa en solitario. El colectivo se separa, desaparece del cuadro, pero la película existe como el recuerdo de un lugar, Stalingrad, donde se trataba de sobrevivir juntos.