‘La felicidad es la sumisión al orden natural’, esta es la frase que se resalta teniendo como referente imágenes de una película de Renoir. Y de eso va la obra de Agnès, como siempre aguda observadora de lo que le rodea, en este caso, la cultura patriarcal.

Una historia de lo cotidiano, de lo que se nos presenta como felicidad. Todo en su sitio, papeles bien establecidos en la estructura familiar, ambiente grato y, para que nada falte, en el fondo música de Mozart; escenas rococó trasladadas a la Francia del siglo XX.

Pero en ese cuadro, en esa placentera vida conyugal y familiar, François se permite incorporar una amante; sus privilegios masculinos se lo permiten, mientras cumpla con sus obligaciones formales. Los sentimientos de las mujeres cuentan muy poco.