Plantea un diálogo entre visiones y propuestas artísticas de la colección TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary en torno a la multiplicidad de mundos en los que cohabitan humanos y no humanos: un mundo donde caben muchos mundos. En esta amplia selección de obras de la colección TBA21 están representadas distintas generaciones de artistas, procedentes de geografías muy diversas. La exposición cartografía trayectorias ignotas y traza nuevos caminos para concebir relaciones vitales regenerativas que desemboquen en formas de convivir en la abundancia. Durante los meses en que la exposición permanezca abierta al público su propia forma mutará: algunas obras serán sustituidas por otras y nuevas incorporaciones enriquecerán el recorrido.

Destacamos la presencia francesa representada por Mathilde Ter Heijne, Camille Henrot, Matthew Lutz-Kinoy y Xie Lei.

El título de la obra de Mathilde ter Heijne Mujer para llevar se puede interpretar de modo prácticamente literal: los visitantes pueden elegir entre 180 postales con retratos de mujeres, y llevarse todas las que quieran. Las postales muestran retratos de mujeres que vivieron entre 1839, fecha de aparición de los primeros daguerrotipos, y la década de 1920, una época marcada por el auge del movimiento por los derechos de las mujeres. Ter Heijne comenzó a buscar y recopilar estas fotografías en archivos de museos de todo el mundo en 2001. Las fotografías se tomaron como registros etnográficos. La identidad de las personas retratadas se ha perdido, o tal vez nunca fuese registrada. También cabe la posibilidad de que los archivos donde alguien registró sus nombres nunca fueran asociados a sus fotografías. Quizás ellas nunca fueron consideradas seres independientes, sino muestras de sus civilizaciones, atributos de sus maridos o padres, o propiedad de sus dueños.

El reverso de cada retrato documenta sucintas biografías de mujeres de la misma época: vidas que, considerando el tiempo en que vivieron, podrían calificarse como extraordinarias. Entre las biografiadas están, por ejemplo, Aletta Jacobs, la primera mujer médica de Países Bajos, la reina zulú Nandi y la escritora palestina May Ziadeh. En su mayoría, sus biografías constan de unos pocos fragmentos y rara vez están completamente documentadas. Mediante la conjunción libre y asociativa de biografías minuciosamente documentadas y fotografías anónimas, la artista plantea una pregunta: ¿por qué estas mujeres, a pesar de sus grandes logros, no reclamaron el lugar que les correspondía en la historia? Mujer para llevar reescribe la historia para integrar a estas mujeres e invoca una asamblea imaginaria de mujeres cuyas vidas fueron despreciadas, invisibilizadas y sometidas. Al llevarse estas fotografías consigo, el público se implica en sus historias y amplía su alcance.

La obra de Camille Henrot reconsidera las funciones y significados de los objetos y el papel que desempeñan en sistemas de conocimiento consolidados y dominantes. Extrae de la literatura, la biología evolutiva, el cine, la antropología, la religión y la vida cotidiana tanto lo banal como lo potencialmente transformador. Los mundos generados por la obra de Henrot a menudo presentan un encuentro con la fantasía y la realidad, que conspiran para abordar las estructuras binarias de poder del daño autoinfligido, los ritos, la autoridad y el control. El inconfundible lenguaje plástico de la artista tiene como objeto revelar el modo en que estos roles son a la vez simbólicos y reversibles.

La obra de Camille Henrot reconsidera las funciones y significados de los objetos y el papel que desempeñan en sistemas de conocimiento consolidados y dominantes. Extrae de la literatura, la biología evolutiva, el cine, la antropología, la religión y la vida cotidiana tanto lo banal como lo potencialmente transformador. Los mundos generados por la obra de Henrot a menudo presentan un encuentro con la fantasía y la realidad, que conspiran para abordar las estructuras binarias de poder del daño autoinfligido, los ritos, la autoridad y el control. El inconfundible lenguaje plástico de la artista tiene como objeto revelar el modo en que estos roles son a la vez simbólicos y reversibles.

En un intento de explorar las posibilidades formales y simbólicas de distintos materiales y técnicas, Matthew Lutz-Kinoy trabaja con la pintura, la impresión, la cerámica y la poesía a partir de su experiencia previa en el teatro y la danza. Procesos queer y colaborativos, a menudo combinados con intervenciones performativas, se plasman en el lienzo y se conciben como un terreno de negociación para establecer relaciones entre elementos visuales y textuales en un fluir constante.

Estos versos transmiten pena y añoranza por un pasado sumergido que no ha sido olvidado, sino que vuelve a emerger a través de los mares, un símbolo del tiempo y sus ciclos recurrentes de destrucción y creación. Al transcribir el poema de Robert Duncan, «Atlantis», directamente sobre el lienzo, Lutz-Kinoy experimenta con procesos líricos como la fragmentación y el montaje, que le permiten diversificar el lenguaje y reinventar la composición y la creación literaria. Plasmadas sobre el lienzo, las palabras resignifican las pinceladas y sugieren movimientos de olas y vórtices, ensamblando y disolviendo la materia sin cesar.

Las obras de Xie Lei suelen estar ambientadas en la oscuridad, subrayando el suspense, el desconcierto y la meditación de este escenario nocturno. El artista crea atmósferas indefinidas y en tránsito. Como un amanecer interminable, los personajes de sus obras, humanos o sobrehumanos, son criaturas etéreas y eternas que evocan mitos, ritos y relatos folclóricos.

La palabra ‘inspiración’, derivada del término latino que hacía referencia a la acción de coger aire, se empleaba en origen para describir la revelación o la influencia de una verdad procedente de un ser divino o sobrenatural. Esta pintura de Xie Lei, titulada Inspiración y creada durante una residencia en Casa de Velázquez, Madrid en 2020-2021, plasma el significado arcaico y casi místico del acto de inspirare. El perfil de un rostro humano, inclinado en dirección a una fuente lumínica como si estuviese oliéndola o inhalándola, aparece incrustado en una frondosa vegetación. Gruesas pinceladas en una gama de verde oscuro, verde mar, esmeralda y azul marino contrastan con motas de turquesa claro, generando una vibración luminosa que llega a su culmen en fría luz blanca que ocupa el centro del lienzo. Bajo esta luz nocturna, el rostro que emerge de entre el follaje parece transformarse en un espíritu del bosque.