Manuel de Falla llega a París en 1907. Hasta su regreso a Madrid en 1914, forzado por el inicio de la Gran Guerra, el compositor gaditano vive años cruciales en su formación: «En lo que hace a mi oficio, mi patria es París», dirá después. Allí conoce e intima con algunos de los mejores compositores del momento, entre ellos Paul Dukas, que será su maestro, y Claude Debussy.

La programación se estructura, como en las dos ediciones previas, en siete ciclos en los que se darán cita algunos de los intérpretes más destacados del panorama actual.

Cuatro grandes en el París de 1900. En 1894, Debussy había escrito el Preludio a la siesta de un fauno, una de las creaciones fundadoras de la modernidad musical. Justo treinta años después y para la Orquesta Bética de Cámara que acababa de fundar en Sevilla, Falla arregló la obra reduciendo su orquestación. En su estreno, un joven Ernesto Halffter exclamó: «¡Suena mejor que el original!». En 1909 marcó época la presentación en París de Stravinsky con El pájaro de fuego, escrito para los Ballets Rusos de Diáguilev. A finales de los años 20, Ravel se sumó a los compositores que dedicaron música a Paul Wittgenstein, un pianista que había perdido su brazo derecho en la Gran Guerra. Son cuatro grandes maestros que coincidieron en el París de principios del siglo XX y que aquí vuelve a reunir la OCG.

El Malandain Ballet Biarritz rememorará con sus coreografías los estrenos de los ballets de El pájaro de fuego y La consagración de la primavera de Igor Stravinsky en aquel París cosmopolita que vivió Falla en los primeros años del siglo XX, donde causaban sensación los históricos Ballets Russes de Diaghilev.

L’Après-midi d’un faune (La siesta de un fauno) – Música: Claude Debussy | Coreografía: Thierry Malandain | Decorados y vestuario: Jorge Gallardo | Diseño de iluminación: Jean-Claude Asquié

L’Oiseau de feu (El pájaro de fuego) – Música: Igor Stravinsky | Coreografía: Thierry Malandain | Vestuario: Jorge Gallardo | Diseño de iluminación: François Menois

Le Sacre du printemps (La consagración de la primavera) – Música y argumento: Igor Stravinsky | Coreografía y escenografía: Martin Harriague | Diseño de iluminación: François Menois y Martin Harriague | Diseño de vestuario: Mieke Kockelkorn

Neoclasicismo expansivo

Las tres coreografías elegidas por el Malandain Ballet Biarritz para su nueva visita al Festival ofrecen el paisaje creativo europeo abonado por los Ballets Russes de Diaghilev, previo al nacimiento del Primer Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922. Y, sobre todo, traen con su danza neoclásica expresiva a Debussy y a Stravinsky, dos de los compositores esenciales para entender a Manuel de Falla. También él había colaborado con Diaghilev antes del evento flamenco, ya saben, para crear El sombrero de tres picos (1919), y le había conocido en 1910, cuando Stravinsky estrenó en París su primer encargo con los Ballets Russes, L’Oiseau de feu. Junto a este ballet, el programa incluye L’Après midi d’un faune –ambos títulos con coreografía del director de la compañía, Thierry Malandain– y Le Sacre du printemps, en la versión de Martin Harriague.

Entre Bach y el aforismo

Uno de los grandes violonchelistas del presente, el francés Jean-Guihen Queyras, ofrece el segundo recital de este ciclo que conecta la música de Bach con la de las vanguardias, y lo hace alternando las suites impares con tres piezas de uno de los más grandes compositores vivos, el nonagenario maestro húngaro György Kurtág. Las Suites de Bach no se  publicaron en vida del músico, pero se han convertido en la auténtica Biblia del violonchelo. De las tres que tocará Queyras, la Primera es la más popular (la más asequible, también) y la Quinta, una de las más exigentes, entre otras cosas por el empleo de la scordatura (afinación heterodoxa de las cuerdas del instrumento). El estilo aforístico de Kurtág (la más larga de las tres piezas del concierto no llega al minuto y medio de duración) resuena de forma admirable con el universo bachiano.

Entre Francia y el rasgueo de guitarras

El joven Cuarteto Cosmos se acerca aquí a dos de las obras más emblemáticas de la música de cámara francesa. Separados por una década, los cuartetos de Debussy y Ravel nos hablan con lenguajes diferentes: apoyándose en el principio cíclico de la escuela de César Franck, el de Debussy (de 1893) parece mirar al pasado de su propia música más que a la que estaba a punto de llegar; el de Ravel (de 1903), aunque también usa elementos cíclicos, se expresa con la rotundidad de su lenguaje de madurez. Entre medias, Mauricio Sotelo vuelve a mostrar con su Cuarteto nº 3 que el universo de lo jondo es siempre punto de referencia de su música, que en este caso parece recurrir al son de las guitarras flamencas.

Manuel de Falla llega a París en 1907. Hasta su regreso a Madrid en 1914, forzado por el inicio de la Gran Guerra, el compositor gaditano vive años cruciales en su formación: «En lo que hace a mi oficio, mi patria es París», dirá después. Allí conoce e intima con algunos de los mejores compositores del momento, entre ellos Paul Dukas, que será su maestro, y Claude Debussy. Las relaciones entre los tres son vivificantes: Debussy compone La Puerta del Vino a partir de una postal coloreada que le envió Falla. Cuando Debussy muere en 1918, tanto Dukas como el músico andaluz compondrán sendos ‘tombeaux’ en homenaje. Falla escribirá también otro a la muerte de Dukas, en 1935. En este cruce de homenajes, que se amplía con otras obras, entre ellas un reestreno de Mauricio Sotelo, ha centrado su programa Juan Carlos Garvayo.

Estreno absoluto. Encargo del Festival de Granada con motivo del  centenario del I Concurso de Cante Jondo

Tabea Zimmermann viola | Jean-Guihen Queyras violonchelo | Lucas Macías director